MARÍA

“MARÍA” es una pausa, una llamada de atención en una sociedad cada día más uniformada, más alienada. “MARÍA” es el recuer- do de lo que somos, un homenaje a la historia de un pueblo, del mío. Un homenaje a la historia de un pueblo, el tuyo. “MARÍA” es el recordatorio de poner en valor lo nuestro, es una vuelta a la tradición, a la belleza de lo “viejo”. “MARÍA” es esa historia que te contaba tu abuelo, es la historia de un viaje al pasado, o mejor, es la realidad superando a la ficción:

Primer sábado de mayo. Un alto en el camino. Se detiene el tiempo y todo sigue igual.
El repicar de las campanas lo inunda todo. Ha pasado un año, o muchos.
Los más jóvenes bandean incesantes en la torre de la iglesia. Poco a poco la gente se va acercando. Reencuentros. Ha pasado un año, pero todo sigue igual.

Es la hora, paran las campanas, silencio. Se despliega la bandera, que ondea en su mástil, cuanto más alto mejor. “Colócate el cinturón, que este año la subes tú”. Y así se arman de valor, la bandera sube al cielo, acompañada de cruces y estandartes. Empieza la Romería, empieza nuestro día grande, empieza la tradición.

Empezamos la subida con ese orgullo patrio, el sentimiento de unidad de un pueblo pequeño, que ni aparece en el mapa. Los tonos rojos de su bandera, el marrón de las botas de vino y los cinturones de piel destrozados por el paso de los años. Empeza- mos el camino echando la mirada atrás, a los inicios de la tradición, a las medias de ganchillo y los pesados tejidos de cáñamo de hace un siglo. Los tonos arena representando el camino y la pureza del blanco, ese esfuerzo por engalanar la fiesta grande.

En esta primera parte de la colección los tejidos como el jacquard moare en distintos colores, los calados y el paño representan la ruralidad de una tradición campestre, que se complementa con la dureza de los cinturones y los bolsos en piel de distintos tamaños, reflejo de la fuerza y la unidad de un grupo de gente. Las flores para la ofrenda y los pañuelos en la cabeza para proteger el pelo del polvo de los caminos. Entredoses bordados sobre jacquard, bolsos de piel que bien podrían ser botas de vino gigantes, adornados con sus flecos dorados y sus remaches, propios de los arneses o cinturones de antaño.

Las horas pasan, y la llegada se acerca. Llegamos al Santuario. Los velos en las cabezas, como señal de respeto. La multitud agitada, encabezada por su bandera. Abrazos, besos, saludos. El griterío del camino se transforma en un murmuro. Silencio.

La solemnidad embriaga a todo un pueblo que se arrodilla ante su Patrona. Unos por fe, otros por devoción, otros por aferrarse al recuerdo de aquellos que ya no están, a una vida pasada que ya no volverá y que se esfuerzan por mantener viva. Rezos, dedos que se mueven con fluidez al pasar las cuentas desgastadas de un rosario heredado. Emoción.

El jacquard se transforma en flecos, organza, satén, plisados, gasas. La divinidad se traduce en brillo, en dorados y lentejuelas. Los tonos arena dan paso a los rosas, al marfil y al negro. Las prendas se sofistican con tejidos más fluidos y con el desarrollo de drapeados. Las siluetas comienzan a perder el cuerpo de la mujer entre fruncidos y vuelos.
Los piropos se suceden cuando ven a la patrona, las flores silvestres inundan un altar que huele a incienso. Silencio. Se detiene el tiempo.

El día toca a su fin y hay que regresar a casa. El adiós siempre es difícil, todo un año por delante para volverse a encontrar, o no. ¿ Hasta cuándo durará? Vuelven a izar la bandera, la cuesta abajo parece la mayor subida, la bandera se aleja hasta perderse en el horizonte, rodeada de su gente. Gente que vuelve a su pueblo. Verbena, celebración, fiesta.
Los cinturones se guardan y ese sentimiento queda, ha ganado la tradición. La hormiga venció al gigante.

La agresividad de la globalización se desvanece ante el sentimiento de lo propio, ante la nostalgia de lo que se fue y la espera de lo que vendrá. Ha ganado la diferenciación, ha ganado la personalidad de un pueblo. Ha ganado el folclore, la cultura, la historia, la sociedad. Lo que somos y lo que seremos. Ha ganado el enriquecimiento personal en lo diferente, en definitiva, ha ganado la fiesta de lo olvidado. Ha ganado la identidad, el arte, la inspiración. Han ganado las generaciones pasadas y las futuras. La sociedad avanza, el mundo se unifica, pero, ¿en qué medida es eso evolución, si nos olvidamos de todo lo que nos ha traído hasta aquí?

“MARÍA” es un intento de no olvidar el pasado, sino de traerlo al presente para construir un futuro firme, cimentado en tantos y tantos años de cultura y experiencia que nos preceden. Es una crítica a la globalización masiva que destruye todo lo anterior.